LA VOZ DE GALICIA: El Breogán escenifica una tragedia .
Los celestes ofrecieron una muy mala imagen y se rindieron ante un La Palma con las ideas más claras.
Miguel Álvarez / LUGO
El UB La Palma saltó la banca en un feudo que se había vuelto inexpugnable para ellos a lo largo de las anteriores campañas. Y lo hizo ante un Breogán que ofreció una mala imagen durante los cuarenta minutos. Carentes de solidez y de recursos ofensivos, los lucenses se acabaron mareando ante un rival que, con luces y claros, tuvo muy claro a qué jugar durante la contienda. Todo lo contrario que los anfitriones, que remaron con la visión baloncestística nublada y acabaron corroídos por los nervios. La derrota se acercó inexorablemente e, irremediablemente, se consumó.
Después del salto inicial, el partido transcurrió por derroteros de igualdad. Sin embargo, la iniciativa en el juego y en el marcador correspondió casi siempre a un equipo canario que buscó castigar a las torres del Breogán y rematar la faena martilleando desde la larga distancia (ocho triples en la primera mitad).
El Leche Río se mantuvo a flote en medio de la marejada inaugural merced a la inspiración de Feldeine y a los puntos anotados en velocidad. Sin embargo, el ataque estático celeste se diluyó en un compendio de espesura y falta de riqueza.
Corazón
Con seis puntos de desventaja en el intermedio, el Breogán quiso mudar el escenario. Apeló al corazón para voltear el panorama. Fruto de los esfuerzos por mantener vivos los latidos celestes, el juego se convirtió en un caos en el que los palmeros vieron cómo el acierto exhibido durante la primera parte desaparecía ante el empuje de un rival descabezado. No obstante, el derroche físico del Leche Río no encontraba reflejo en la anhelada remontada.
Carlos Frade, técnico visitante, se salió con la suya en la partida desplegada sobre el tapete del Pazo. Dosificó sus piezas para alcanzar el desenlace con frescura. Dani Rodríguez veló armas mientras que Alvarado perdía la cabeza con un estéril bombardeo del aro del Breogán. Pero los lucenses no inquietaban.
Y así, en medio de aguas turbulentas, los locales se encontraron con un último cuarto en el que aún respiraban. Pero la agonía se prolongó para un Breogán que fue rematado por un magistral Dani Rodríguez.
La inutilidad celeste para salir de la presión visitante y la inactividad reboteadora fueron las dos últimas tormentas que, de manera dolorosa, llevaron a pique la nave de Rubén Domínguez.
El UB La Palma saltó la banca en un feudo que se había vuelto inexpugnable para ellos a lo largo de las anteriores campañas. Y lo hizo ante un Breogán que ofreció una mala imagen durante los cuarenta minutos. Carentes de solidez y de recursos ofensivos, los lucenses se acabaron mareando ante un rival que, con luces y claros, tuvo muy claro a qué jugar durante la contienda. Todo lo contrario que los anfitriones, que remaron con la visión baloncestística nublada y acabaron corroídos por los nervios. La derrota se acercó inexorablemente e, irremediablemente, se consumó.
Después del salto inicial, el partido transcurrió por derroteros de igualdad. Sin embargo, la iniciativa en el juego y en el marcador correspondió casi siempre a un equipo canario que buscó castigar a las torres del Breogán y rematar la faena martilleando desde la larga distancia (ocho triples en la primera mitad).
El Leche Río se mantuvo a flote en medio de la marejada inaugural merced a la inspiración de Feldeine y a los puntos anotados en velocidad. Sin embargo, el ataque estático celeste se diluyó en un compendio de espesura y falta de riqueza.
Corazón
Con seis puntos de desventaja en el intermedio, el Breogán quiso mudar el escenario. Apeló al corazón para voltear el panorama. Fruto de los esfuerzos por mantener vivos los latidos celestes, el juego se convirtió en un caos en el que los palmeros vieron cómo el acierto exhibido durante la primera parte desaparecía ante el empuje de un rival descabezado. No obstante, el derroche físico del Leche Río no encontraba reflejo en la anhelada remontada.
Carlos Frade, técnico visitante, se salió con la suya en la partida desplegada sobre el tapete del Pazo. Dosificó sus piezas para alcanzar el desenlace con frescura. Dani Rodríguez veló armas mientras que Alvarado perdía la cabeza con un estéril bombardeo del aro del Breogán. Pero los lucenses no inquietaban.
Y así, en medio de aguas turbulentas, los locales se encontraron con un último cuarto en el que aún respiraban. Pero la agonía se prolongó para un Breogán que fue rematado por un magistral Dani Rodríguez.
La inutilidad celeste para salir de la presión visitante y la inactividad reboteadora fueron las dos últimas tormentas que, de manera dolorosa, llevaron a pique la nave de Rubén Domínguez.
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