DIARIO VASCO: Otra más de suspense.
El Bruesa recupera a tiempo el orgullo tras ser dominado durante los tres primeros cuartos. Perdía de 10 en el 29 y entró al último acto dos abajo.
ÁLVARO VICENTE / SAN SEBASTIÁN
Después de penar durante casi treinta minutos entre la desesperación y el sonrojo ante el magnífico recital ofrecido ayer por La Palma en Illumbe, el Bruesa cerró la noche con una sonrisa plena en su rostro. Porque la reacción del plantel guipuzcoano fue tan rotunda como absoluto su despiste en los minutos precedentes. Se trató de un golpe de autoridad forjado a golpe de determinación de varios jugadores heridos en su orgullo, dispuestos a devolver la alegría a una grada en la que ese helador murmullo de desaprobación y contrariedad circuló durante muchos minutos de la primera parte.
Y es que durante treinta minutos, el Bruesa se topo con un equipo bien trabajado y capaz de imponer un ideario baloncestístico con tan solo diez efectivos, en cuya plantilla sólo había un base. Con maestría, Isma Torres y Héctor Manzano pusieron rostro al despliegue grupal de un visitante que ejecutaba a la perfección una partitura plagada de matices. Variantes defensivas para dar y tomar, agresividad por doquier y querencia por correr la cancha a la mínima ocasión. No dejó pensar al Bruesa que otra vez regaló el balón. Todo bien esquematizado en la cabeza de cada uno de sus integrantes, La Palma se apuntó los dos asaltos iniciales en todas las facetas, desde la pizarra hasta lo emotivo.
No piensen que la entrada en escena de los actores secundarios en La Palma redujo su claridad . Nunca se desplomó en el casillero de puntos. Tampoco se notó la situación tan dispar con la que los dos equipos afrontaban el choque. No se trasladó a la cancha. Cualquiera diría que La Palma es el colista, que sólo tiene tres victorias en su casillero y que todavía no sabe lo que es ganar en casa. Su baloncesto no merece semejante castigo. Al Bruesa le esperaba un via crucis de desaliento que no concluyó hasta el último suspiro del tercer cuarto.
Porque fue después del descanso, cuando el Bruesa entendió que ni siquiera la coincidencia en pista de sus principales armas ofensivas (Brown, López, Panko, Hopkins y Doblas) acababan por acercarle al encuentro, aunque sí le permitía mantener las distancias. El Bruesa es más alto, musculado y poderoso. Pero había que demostrarlo.
En La Palma, nadie se daba por vencido. Le valía con su dominio abrumador en el rebote, lo que habilitaba sencillas canastas en transición, y a ello sumaba el insigne talento de varios de sus hombres. Sobrevolaba entonces con más fuerza la posibilidad de que la victoria se escapara de Illumbe. Porque avanzaban los minutos y La Palma no aflojaba. Desde el 3-2 mandaba en el marcador y la cosa se estaba poniendo muy fea (54-64, m.29).
Pero semejante afrenta tuvo que aguijonear la autoestima de este Bruesa que no aplica medias tintas en su juego. Ya son unas cuantas. Si el monólogo inicial fue visitante, el Bruesa decidió alzar la voz para recordar quién es y a qué precio se ponen los triunfos. Rugió la bestia herida. Isaac López pidió turno para acaparar la responsabilidad ofensiva. Con un rival que ya daba por buenos los diez puntos de renta con los que iba a entrar en el último cuarto, el Bruesa apretó los dientes.
Con un parcial de 8-0, los de Laso lograron recomponer el desaguisado inicial y restaurar el equilibrio (62-64), y lo más importante, venirse arriba respaldado por una grada despistada hasta entonces. Dos tiros libres de Andrade, uno de Isaac López, otros dos de Hopkins y sobre todo un triple llorando sobre la bocina de Isaac López levantaron los cimientos de la reacción. La Palma fue incapaz de romper el ímpetu local. Varios ganchos al mentón le dejaron grogui. Nunca se rindió y el Bruesa tuvo que tirar de Panko (77-74, m.39). Suyos fueron los seis últimos puntos.
ÁLVARO VICENTE / SAN SEBASTIÁN
Después de penar durante casi treinta minutos entre la desesperación y el sonrojo ante el magnífico recital ofrecido ayer por La Palma en Illumbe, el Bruesa cerró la noche con una sonrisa plena en su rostro. Porque la reacción del plantel guipuzcoano fue tan rotunda como absoluto su despiste en los minutos precedentes. Se trató de un golpe de autoridad forjado a golpe de determinación de varios jugadores heridos en su orgullo, dispuestos a devolver la alegría a una grada en la que ese helador murmullo de desaprobación y contrariedad circuló durante muchos minutos de la primera parte.
Y es que durante treinta minutos, el Bruesa se topo con un equipo bien trabajado y capaz de imponer un ideario baloncestístico con tan solo diez efectivos, en cuya plantilla sólo había un base. Con maestría, Isma Torres y Héctor Manzano pusieron rostro al despliegue grupal de un visitante que ejecutaba a la perfección una partitura plagada de matices. Variantes defensivas para dar y tomar, agresividad por doquier y querencia por correr la cancha a la mínima ocasión. No dejó pensar al Bruesa que otra vez regaló el balón. Todo bien esquematizado en la cabeza de cada uno de sus integrantes, La Palma se apuntó los dos asaltos iniciales en todas las facetas, desde la pizarra hasta lo emotivo.
No piensen que la entrada en escena de los actores secundarios en La Palma redujo su claridad . Nunca se desplomó en el casillero de puntos. Tampoco se notó la situación tan dispar con la que los dos equipos afrontaban el choque. No se trasladó a la cancha. Cualquiera diría que La Palma es el colista, que sólo tiene tres victorias en su casillero y que todavía no sabe lo que es ganar en casa. Su baloncesto no merece semejante castigo. Al Bruesa le esperaba un via crucis de desaliento que no concluyó hasta el último suspiro del tercer cuarto.
Porque fue después del descanso, cuando el Bruesa entendió que ni siquiera la coincidencia en pista de sus principales armas ofensivas (Brown, López, Panko, Hopkins y Doblas) acababan por acercarle al encuentro, aunque sí le permitía mantener las distancias. El Bruesa es más alto, musculado y poderoso. Pero había que demostrarlo.
En La Palma, nadie se daba por vencido. Le valía con su dominio abrumador en el rebote, lo que habilitaba sencillas canastas en transición, y a ello sumaba el insigne talento de varios de sus hombres. Sobrevolaba entonces con más fuerza la posibilidad de que la victoria se escapara de Illumbe. Porque avanzaban los minutos y La Palma no aflojaba. Desde el 3-2 mandaba en el marcador y la cosa se estaba poniendo muy fea (54-64, m.29).
Pero semejante afrenta tuvo que aguijonear la autoestima de este Bruesa que no aplica medias tintas en su juego. Ya son unas cuantas. Si el monólogo inicial fue visitante, el Bruesa decidió alzar la voz para recordar quién es y a qué precio se ponen los triunfos. Rugió la bestia herida. Isaac López pidió turno para acaparar la responsabilidad ofensiva. Con un rival que ya daba por buenos los diez puntos de renta con los que iba a entrar en el último cuarto, el Bruesa apretó los dientes.
Con un parcial de 8-0, los de Laso lograron recomponer el desaguisado inicial y restaurar el equilibrio (62-64), y lo más importante, venirse arriba respaldado por una grada despistada hasta entonces. Dos tiros libres de Andrade, uno de Isaac López, otros dos de Hopkins y sobre todo un triple llorando sobre la bocina de Isaac López levantaron los cimientos de la reacción. La Palma fue incapaz de romper el ímpetu local. Varios ganchos al mentón le dejaron grogui. Nunca se rindió y el Bruesa tuvo que tirar de Panko (77-74, m.39). Suyos fueron los seis últimos puntos.
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