EL HERALDO: Lanzados a la elite.
La ACB está aún más cerca tras la undécima victoria seguida, la de ayer, con bastante comodidad, sobre La Palma.
ENRIQUE COSCOLÍN / Zaragoza
No hubo sorpresa y el CAI ya toca con la yema de los dedos el ascenso a la ACB. Anoche dio un paso más y está lanzado hacia la elite tras derrotar con bastante comodidad a un UB La Palma que aguantó un cuarto y medio y después tuvo que ver como el poderoso líder de la LEB le pasaba por encima. Triunfo holgado, el undécimo consecutivo, y en el horizonte, el compromiso del sábado del Melilla ante el León, que podría invitar a loos aragoneses a subir en Tenerife. La fiesta comenzó ya en los últimos minutos de ayer en el Príncipe Felipe y debe completarse lo antes posible. Jugando así, llegará en breve.
Costó lo suyo que el CAI se despegase en el marcador. Los motivos, de todo tipo. Primero el acierto del visitante Palacios, después la falta de intensidad atrás, a continuación algunos errores tontos en ataque, e incluso algunas decisiones arbitrales que no medían por el mismo rasero a zaragozanos y canarios. Todo eso alargó un poco el desenlace que todos esperaban, y que se acabó confirmando.
No podía ser de otra manera y, los rojillos, aunque tarde, se pusieron manos a la obra. Y es que el cuadro aragonés, cuando pone sobre la cancha todas sus armas, es realmente invencible en esta categoría. Se optó por jugar hacia Barlow al poste bajo (quizá demasiado), Quinteros superaba con dureza a Arrocha y sacaba canastas de mérito en penetración, Phillip comenzó a desnivelar su particular duelo con el colombiano Palacios, Rivero dirigía con criterio y haciendo jugar a sus compañeros y tanto Hettsheimer como Junyent se mostraron duros bajo los aros.
Pero ese vendaval no fue continuo y todos los motivos antes relatados lo convirtieron en brisas pasajeras de poderío zaragozano. La renta obtenida en el primer cuarto de seis puntos se igualó con la puntería exterior de hombres como Josemi García e Ibarra. El CAI, por aquel entonces, pagaba algo sus rotaciones, el juego interior palmero (con hombres muy altos) dificultaba el despegue rojillo y tuvo que ser la reaparición de Quinteros y del capitán Lescano la que permitió poner el electrónico de nuevo del lado de los locales.
En esa primera mitad quedó muy claro que cuando los de Abós se entregan atrás y despliegan todo su potencial son capaces de resolver los duelos por la vía rápida. En apenas tres minutos se escapó por diez justo antes del descanso.
Y eso solo fue el aperitivo. En la reanudación y tras unas pequeñas dudas los argumentos zaragozanos se impusieron con claridad. Porque la defensa apretó los dientes y no daba facilidades al adversario, porque los pívots cerraban el rebote con contundencia y porque un dos más uno de Phillip tras un contragolpe y una antideportiva a Padgett en la lucha en la pintura terminó por decantar el duelo.
La ventaja local se asentó en 16 puntos y fue en aumento en las siguientes acciones para tranquilidad del respetable que anoche volvió a entonar eso del "volveremos a ACB otra vez". Casi coincidieron esos cánticos con varios lujos en la cancha, especialmente de un Quinteros que asistió por la espalda para el mate de Hettsheimeir y la siguiente anotó a aro pasado ante el asombro de la grada.
Todo resuelto, más de veinte arriba y un cuarto para asimilar que el Príncipe Felipe sigue siendo un fortín, en el que nadie (y solo falta por venir Sant Josep) ha conseguido ganar este año.
Así, no es para menos que la gente ya se frote los ojos ante la brillantez de la elite ante sus ojos. No se puede escapar y solo falta saber cuándo será.
Todo eso pasaba por la mente de los aficionados cuando Edu Sánchez volvía a hacer de las suyas, como en Cornellá, el malagueño Fran Robles se atrevía con un mate con el que se levantó todo el banquillo y Abós, una vez superada una de estas últimas pruebas hacia su sueño, hacía los cambios de rigor para que el joven Arruti tuviera sus minutos y los hombres principales recibieran el reconocimiento con sonoras ovaciones.
La aportación fue colectiva, y la muestra de ello son los siete jugadores que acabaron más de 10 de valoración. El CAI es un equipo con mayúsculas al que ya solo le restan dos victorias para olvidar este año en el infierno y retornar a su sitio natural. La ACB le espera por méritos propios. Ayer, su entrega llevó al objetivo y llevará a los rojillos al ascenso.
No hubo sorpresa y el CAI ya toca con la yema de los dedos el ascenso a la ACB. Anoche dio un paso más y está lanzado hacia la elite tras derrotar con bastante comodidad a un UB La Palma que aguantó un cuarto y medio y después tuvo que ver como el poderoso líder de la LEB le pasaba por encima. Triunfo holgado, el undécimo consecutivo, y en el horizonte, el compromiso del sábado del Melilla ante el León, que podría invitar a loos aragoneses a subir en Tenerife. La fiesta comenzó ya en los últimos minutos de ayer en el Príncipe Felipe y debe completarse lo antes posible. Jugando así, llegará en breve.
Costó lo suyo que el CAI se despegase en el marcador. Los motivos, de todo tipo. Primero el acierto del visitante Palacios, después la falta de intensidad atrás, a continuación algunos errores tontos en ataque, e incluso algunas decisiones arbitrales que no medían por el mismo rasero a zaragozanos y canarios. Todo eso alargó un poco el desenlace que todos esperaban, y que se acabó confirmando.
No podía ser de otra manera y, los rojillos, aunque tarde, se pusieron manos a la obra. Y es que el cuadro aragonés, cuando pone sobre la cancha todas sus armas, es realmente invencible en esta categoría. Se optó por jugar hacia Barlow al poste bajo (quizá demasiado), Quinteros superaba con dureza a Arrocha y sacaba canastas de mérito en penetración, Phillip comenzó a desnivelar su particular duelo con el colombiano Palacios, Rivero dirigía con criterio y haciendo jugar a sus compañeros y tanto Hettsheimer como Junyent se mostraron duros bajo los aros.
Pero ese vendaval no fue continuo y todos los motivos antes relatados lo convirtieron en brisas pasajeras de poderío zaragozano. La renta obtenida en el primer cuarto de seis puntos se igualó con la puntería exterior de hombres como Josemi García e Ibarra. El CAI, por aquel entonces, pagaba algo sus rotaciones, el juego interior palmero (con hombres muy altos) dificultaba el despegue rojillo y tuvo que ser la reaparición de Quinteros y del capitán Lescano la que permitió poner el electrónico de nuevo del lado de los locales.
En esa primera mitad quedó muy claro que cuando los de Abós se entregan atrás y despliegan todo su potencial son capaces de resolver los duelos por la vía rápida. En apenas tres minutos se escapó por diez justo antes del descanso.
Y eso solo fue el aperitivo. En la reanudación y tras unas pequeñas dudas los argumentos zaragozanos se impusieron con claridad. Porque la defensa apretó los dientes y no daba facilidades al adversario, porque los pívots cerraban el rebote con contundencia y porque un dos más uno de Phillip tras un contragolpe y una antideportiva a Padgett en la lucha en la pintura terminó por decantar el duelo.
La ventaja local se asentó en 16 puntos y fue en aumento en las siguientes acciones para tranquilidad del respetable que anoche volvió a entonar eso del "volveremos a ACB otra vez". Casi coincidieron esos cánticos con varios lujos en la cancha, especialmente de un Quinteros que asistió por la espalda para el mate de Hettsheimeir y la siguiente anotó a aro pasado ante el asombro de la grada.
Todo resuelto, más de veinte arriba y un cuarto para asimilar que el Príncipe Felipe sigue siendo un fortín, en el que nadie (y solo falta por venir Sant Josep) ha conseguido ganar este año.
Así, no es para menos que la gente ya se frote los ojos ante la brillantez de la elite ante sus ojos. No se puede escapar y solo falta saber cuándo será.
Todo eso pasaba por la mente de los aficionados cuando Edu Sánchez volvía a hacer de las suyas, como en Cornellá, el malagueño Fran Robles se atrevía con un mate con el que se levantó todo el banquillo y Abós, una vez superada una de estas últimas pruebas hacia su sueño, hacía los cambios de rigor para que el joven Arruti tuviera sus minutos y los hombres principales recibieran el reconocimiento con sonoras ovaciones.
La aportación fue colectiva, y la muestra de ello son los siete jugadores que acabaron más de 10 de valoración. El CAI es un equipo con mayúsculas al que ya solo le restan dos victorias para olvidar este año en el infierno y retornar a su sitio natural. La ACB le espera por méritos propios. Ayer, su entrega llevó al objetivo y llevará a los rojillos al ascenso.
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