EL MUNDO-LA CRÓNICA: El 'milagro' de Bernabé.
J. CALVO LEÓN
Inmerso en plena 'cuesta de enero', a Baloncesto León le resulta de lo más complicado perder lastre. No es nuevo. Desde el parón navideño el equipo de Gustavo Aranzana sufre lo indecible para recuperar el pulso de la competición. Más, en la jornada de ayer, a la que llegó sin una de sus referencias: Juanjo Bernabé. Nada hay peor cuando uno está 'tieso' que quedarse sin uno de los hombres del timón. Ocurrió esta vez. Y el mal se agravó, y mucho, con importantes problemas en el juego interior. Hughes y Peterson no tuvieron su mejor día, así que remendar la situación quedó en manos de Leather y Urko, el sempiterno Otegui. El catálogo de 'averías' en unos y otros resultó monumental.
Con el partido en el alambre, Aranzana se pasó la tarde buscando soluciones para salvar la situación. Tiró de Baquer. No había otro para dar un respiro a Dumas. Y el chaval salió airoso. Al menos, evitó crear nuevos problemas en la cancha. No es poco, más si se tiene presente que le tocó pelear contra un histórico. Turner le doblaba en edad. En realidad, podía ser su padre. 42 años tiene el norteamericano, 20 menos el jugador de Baloncesto León. Hay fotos que se merecen un marco.
Durante los dos primeros cuartos Baloncesto León no se sintió cómodo en ningún momento. Nunca vio claro el camino, y los problemas se multiplicaron dentro y fuera de la zona (1 de 7, en lanzamientos triples, por ejemplo). Sin pisar el acelerador a fondo, sin hacer un gran baloncesto, La Palma no tuvo problemas para tomar ventaja en el marcador. Veía a su rival tocado, y sacó partido. 30-38, anunciaba el electrónico cuando los jugadores encaraban el vestuario. Y la grada con una mueca en el rostro. A su equipo le está costando reencontrarse. Aranzana se desgañitaba en el último tiempo muerto: «Hay que mover el balón rápido!!! Pero no vemos lo que estamos haciendo???».
Sirvieron de poco las advertencias, porque su equipo no acabó de arrancar. El técnico vio a su plantel en el fondo del pozo y, en el inicio de la segunda mitad, tiró de soluciones de emergencia. A la grada le llegó la sensación de que Aranzana, desesperado y a falta de dos cuartos, optaba por apretar el 'botón del pánico'. Mandó calentar a Bernabé, seria duda durante toda la semana, y tiró del libreto en busca de una zona que detuviera la sangría (30-46, entonces). La grada, muy consciente de lo que sucedía sobre la cancha de juego, ayudó en lo que pudo. Tiró del equipo con uñas y dientes. Y se notó. La suma de todos esos factores pareció dejar petrificados a los jugadores de La Palma, para los que repentinamente se apagaron las luces.
León, en el inicio del último cuarto, dejó el partido donde quería (52-52). El 'milagro de Bernabé' se había hecho realidad. Jugó tocado, con el tobillo como un bote, apretando los dientes. Pero tomó la bandera, y todos siguieron su paso sin dudar. Enfilado el camino, el equipo leonés entró en una dinámica extraordinaria. Cuesta abajo, lanzado, pasó por encima de su rival con la fuerza de una apisonadora. Nada se supo de La Palma en ese último cuarto. El equipo de Eloy Doce se quedó sin respiración. Turner y Mena buscaron sin fortuna fijar el timón. Era imposible. En León había reaparecido Dumas, Hughes, Peterson, Quinteros, Urko y, por supuesto, Bernabé.
La hinchada, que había estado a un paso de la desesperación en la primera mitad, se sintió reconfortada por la exhibición de su equipo, formidable por momentos. No había vuelta atrás. El partido era de Baloncesto León. Y Bernabé sonreía. La mejor señal.
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